No ser sumisa no significa ser desobediente

Todo está por hacer hoy, aquí y ahora.

Me pregunto por el deseo. Cuál es mi deseo para escribir este blog. 

Deseo construir un contenedor de los pensamientos. 

Deseo generar un lugar que me permita tomar posición y ocasionar un espacio de reflexión en el que tengan cabida la duda, la incertidumbre, la indecisión, la perplejidad y el interrogante.

Deseo engendrar un espacio en el que estar abierta, expuesta y comprometida a la experiencia vital que me atraviesa.

“Ser honesto con lo real es exponerse e implicarse”. Marina Garcés.

El sistema oprime. La máquina está cada vez más cerca. Su proximidad enturbia la claridad de mi visión, siento que me esfuerzo demasiado por complacerla.

No ser sumisa no significa ser desobediente. Es el fin de la frustración.

Lo primero es asumir. Asumir la velocidad, asumir la superficialidad, asumir los patrones y códigos heredados del pasado, y asumir la necesidad de esquivarlos.

Deseo no dejarme arrasar, deseo colocarme y concentrarme en mi propia búsqueda, o como dijo el Niño de Elche: “yo no busco, yo encuentro”.

Tener fe y habitar espacios de intermitencia en los que se puede respirar. Huecos en y entre el sistema que permiten tomar contacto con la calma, y vislumbrar atisbos de luz. Una luz fugaz y efímera como si de una danza de las luciérnagas se tratase, con la que me puedo identificar y encontrar algo que tiene que ver con la serenidad.

“(…) la danza de las luciérnagas, ese momento de gracia que resiste al mundo del terror, es la cosa más frágil y fugaz” . George Didi-Huberman. Supervivencia de las luciérnagas. 

Son tiempos complicados. Resulta difícil colocar el cuerpo entre las luces y las sombras. Será únicamente en las lindes del sistema (del que formamos parte), en las que encontrar momentos de sosiego en el limbo de lo establecido, entre el dentro y el fuera, entre la piel… Y desde allí, respirar, encontrar los destellos de luz que permiten distinguir el camino…

Yo bailo. Yo me relaciono con la danza y con todo lo que ella implica. Yo remuevo constantemente el cuerpo y el pensamiento, que son una misma cosa. Bailar como acción de reflexión. Bailar para abrir las compuertas (“las puertas de entrada al paraíso están en la periferia” Anne Bogart) hacia el terreno de lo innombrable, bailar como un acto de resistencia, bailar por amor a la vida y a la experiencia, bailar para abrir los corazones, bailar colectivamente, bailar como acto de supervivencia, bailar para atravesar y ser atravesada, bailar como acto de hospitalidad, bailar para traspasar las limitaciones, bailar para no aceptar el ritmo de una vida sumisa. 

Gracias a mi amiga Sandra Sotelo que me dijo: “Para todo, lo importante es saber dónde estás”. Respiro y me lo repito. Ya estoy más tranquila. Saber dónde estoy (¿bajar a la tierra?), y desde ahí, dejar que mi cuerpo y mi pensamiento se expandan sin miedo hacia lo desconocido.